abril 12

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¿En qué consiste la economía del conocimiento?


Por Víctor Gómez-Valenzuela

Frecuentemente se escucha a los políticos, comentaristas de televisión, analistas tecnológicos, entre otros, hablar sobre temas como la ‘reducción de la brecha digital’ o de la ‘sociedad de la información o del conocimiento’, no obstante, no queda claro si se refieren la difusión masiva de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC’s) o si efectivamente se refieren a temas de mayor profundidad e implicaciones sociales y económicas como la producción, divulgación y apropiación del conocimiento por parte de la sociedad, o si se refieren a la construcción de una sociedad o economía basada en el conocimiento, en la que las empresas, las universidades, centros de investigación y el sector público, interactúan  mediante interfaces que configuran un sistema de innovación [1, 2]. 

Un ejemplo de lo anterior en el plano político lo tenemos en el hecho de que en la República Dominicana se suele destacar el nivel de penetración de las TIC’s resaltando el liderazgo regional del país en esta materia: más de 39% de penetración (acceso a internet), más de cuatro millones de usuarios de internet y más de 600 mil cuentas sólo a finales de 2010 [3].  En la misma línea cabe destacar el gran esfuerzo realizado por el gobierno dominicano para llevar el internet a todas las comunidades urbanas y rurales del territorio nacional, construyéndo en los últimos años unos 86 Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), sólo a través del Despacho de la Primera Dama, lo cual sin dudas es un logro político y social en materia de reducción de la brecha digital en el país, o la construcción de infraestructuras como el ‘Parque Cibernético’, al Este de la ciudad de Santo Domingo [4].

Ahora bien, volvemos a la pregunta inicial que motiva a este breve artículo, ‘¿En qué consiste la economía del conocimiento?’, a la que habría que añadir otra interrogante: ¿permiten los esfuerzos desplegados hasta ahora en la República Dominicana construir una economía basada en el conocimiento? Para responder la primera pregunta es clave entender la diferencia entre información y conocimiento.   En sentido general el conocimiento es una ‘capacidad cognitiva’ que ‘apodera’ a sus poseedores con la ‘capacidad de acción intelectual o física’, mientras que información consiste en ‘datos estructurados y formateados’, que ‘permanecen pasivos a inertes’ hasta su uso por personas con el conocimiento necesario para interpretarlos y procesarlos [5].   

Un ejemplo simple de lo anterior puede ser la especificación de una formula química para el desarrollo de un compuesto estable. En el caso del cloruro de sodio, -sal común-(NaCl)-, es un compuesto formado por un ión de sodio (Na) con una carga positiva (+1) y otro ión de cloro (Cl) con una carga negativa (-1), la suma algebraica de las cargas tiene que ser cero para producir el compuesto.  

Lo anterior tiene mucho sentido para un químico de alimentos o ingeniero químico que trabaje en una planta que requiera altos controles de calidad para determinados procesos, ya que ‘sabe’ que hacer con ese conocimiento, puesto que se encuentra ‘apoderado’ de la ‘capacidad de acción intelectual o física, mientras que para el resto de los mortales es información pasiva o inerte. Otra forma de verlo es mediante una partitura musical escrita para piano, por ejemplo la ‘sonata para piano no. 11’ escrita por Mozart. Se requiere de entrenamiento, de muchos años de práctica para leer y ejecutar la partitura, al igual que el caso del ingeniero químico, para el resto de los mortales, la sonata sólo la podemos apreciar cuando la escuchamos y aunque el pianista quisiera, le tomaría varios años transferirnos a la audiencia sus destrezas, lo que probablemente lograría con éxito desigual. 

De lo anterior se infiere que la distinción entre conocimiento e información se hace evidente al analizar las condiciones de reproducción del conocimiento: mientras el coste de reproducir información se limita al número de copias (coste cercano a cero), la  reproducción del conocimiento es mucho más costosa, debido a que las capacidades cognitivas no son fáciles de articular ni de transferir a los demás y requieren de una gran inversión de tiempo (años de formación y aprendizaje) y recursos (laboratorios, bibliotecas, forzadores de alto nivel, etc.), para formar un buen ingeniero químico o un músico. Por tanto el conocimiento implica los procesos de aprendizaje y cognición, lo que le otorga una dimensión personal e individual que lo distingue de la información [5, 6].  

Por consiguiente, una economía basada en el conocimiento y por extensión una sociedad basada en el conocimiento, es aquella que se define a partir de la “producción, transferencia y uso del conocimiento”, lo que implica como condiciones de partida: 1) la existencia de un adecuado marco institucional que provea los  estímulos para que tanto las universidades, centros de investigación y empresas produzcan, transfieran y utilicen el conocimiento científico; 2) una población educada y una fuerza laboral altamente entrenada; 3) un sistema de innovación que articule a las empresas, las universidades y al sector público, y 4) un nivel adecuado de penetración de las TIC’s que facilite la divulgación y apropiación social del conocimiento [7, 8].   

El éxito ‘relativo’ logrado por la sociedad dominicana en materia de divulgación y penetración de las TIC’s, contrasta significativamente con indicadores claves que permiten aproximar la capacidad de una economía para producir y transferir conocimientos. 

Sin tomar en cuenta los indicadores de resultados utilizados normalmente para medir actividad científica e innovadora (publicaciones indexadas y actividad patentadora, por ejemplo), la República Dominicana, queda muy mal parada  en los informes elaborados por organismos como el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), que en su reporte sobre la competitividad global 2011-2012, muestra un desempeño muy pobre de la economía en materia de competitividad, asociada a indicadores básicos de conocimiento e innovación. El enfoque metodológico de estos reportes puede ser y ha sido cuestionado, ya que se basa en encuestas de percepción, pero también sus resultados se encuentran contrastado con evidencia empírica directa e indirecta que los valida adecuadamente [9].  

En primer término, la posición general en materia de competitividad de la economía dominicana ha descendido 9 posiciones pasando de la posición 101 de un total de 139 países (2010-2011) a la 110 en el informe 2011-2012 [10].    En el pilar de competitividad, ‘desempeño de las instituciones’, la posición es 126/139. Dentro de este pilar en el indicador de protección de la propiedad intelectual el país aparece en la posición 124/139.  En lo relativo al pilar 12 ‘innovación’, la posición del país resulta bastante crítica: 122/139 y dentro de este pilar los siguientes indicadores reflejan la debilidad del país: capacidad de innovación: 126/139; calidad de las instituciones científicas de investigación: 123/139; gasto de las empresas en I+D (investigación y desarrollo): 125/139 [10]. 

Con respecto a los procesos de aprendizaje y cognición que le confieren su particularidad al conocimiento científico y que pueden aproximarse de una forma u otra por el desempeño del sistema de educación, en el reporte de competitividad indicado, y  esta vez con respecto a 142 países, la ‘calidad del sistema de educación’ ocupó la posición 136 y la ‘calidad de la enseñanza de matemáticas y ciencias’ la posición 139 [10], lo que sí ha sido un posicionamiento consistente a lo largo del tiempo como puede apreciarse en mediciones e informes de otros años [11, 12].

De los párrafos anteriores se colige con cierto reparo, dadas las limitaciones y alcance restrictivo de este artículo, que los esfuerzos desplegados a la fecha por el Estado dominicano en materia de divulgación y penetración de las TIC’s no han sido suficientes para que la República Dominicana pueda transitar hacia una economía y una sociedad basada en el conocimiento, respondiendo así a la segunda interrogante plantea al inicio del artículo.  Las TIC’s y particularmente las telecomunicaciones, ya no parecen ser una fuente de ventajas competitivas  entre las economías de renta media como la República Dominicana, gracias a la rápida difusión de las mismas en todos los países.  Ya se dispone de banda ancha en cualquier lugar y país.  El factor de diferenciación parece gravitar en torno a la capacidad de las economías de producir, transferir y utilizar conocimientos, que como hemos visto en estas líneas es a su vez una función de la calidad del capital humano, la calidad de las instituciones, de la infraestructura científica y tecnológica, así como  de las condiciones sistémicas (estímulos e interfaces), que garanticen el funcionamiento de los sistemas nacionales de innovación [13, 14].

Es importante destacar que si bien los esfuerzos desplegados a la fecha no han sido suficientes, los elementos de un sistema nacional de innovación  -entendido como un conjunto de instituciones y organizaciones que cooperan y compiten para la generación, almacenamiento, transferencia y uso del conocimiento – [15, 16], se encuentran presentes en la República Dominicana.  La definición de las interfaces institucionales adecuadas y el reordenamiento del marco jurídico existente sobre ciencia, tecnología e innovación, constituyen aspectos iniciales de un proceso de reformas que debe permitir que los elementos del sistema que ya existen, comiencen a operar bajo la lógica de sistema.  

Finalmente, esta tarea no puede esperar, pero sobre todo tiene que darse de la mano con cambios importantes y estructurales en el sistema educativo dominicano a partir de experiencias exitosas de calidad de la educación que ya existen en el país y con las que el sistema de educación pública debe converger.    Lo segundo es que se debe tomar en cuenta que los resultados no se verán en el corto plazo y que de lo que se trata es de sentar las bases para la transición hacia una economía basada en conocimiento y aumento de la productividad, cuyos primeros resultados serán visibles en el mediano plazo, entendido este como una década.  Se trata de construir una visión de desarrollo de largo plazo, basada en el único recurso renovable potencialmente inagotable que tiene la sociedad dominicana: su población, que en última instancia es la clave para la construcción de una economía basada en el conocimiento.  

Referencias

1. Freeman, C., The national system of innovation in historical perspective. Cambridge Journal of Economics, 1995. 19(1): p. 5-24.

2. Lundvall, B.A., National innovation systems. Analytical concept and development tool. Industry and Innovation, 2007. 14(1): p. 95-119.

3. INDOTEL. RD domina liderazgo de usuarios de internet en el caribe. 2011  [cited 2012 4/06/2012]; Available from: http://www.indotel.gob.do/noticias/noticias/rd-domina-liderazgo-de-usuarios-internet-en-el-caribe.html.

4. DPD. Centros Tecnológicos Comunitarios. 2012  [cited 2012 04/06/2012]; Available from: http://www.primeradama.gob.do/ctc.

5. Foray, D., The economics of knowledge2004, Cambridge, Massachusetts. USA.: The MIT Press.

6. Fagerberg, J. and M. Srholec, Technology and Development: unpacking the relationship(s), 2008, Centre for Technology, Innovation and Culture. University of Oslo: Oslo, Norway.

7. OCDE, The knowledge-based economy, 1996, Organisation of Economic Co-Operation and Devolopment (OCDE): Paris.

8. Caraça, J., Toward an S&T policy for the knowledge-based society, in Sience, technology, and innovation policy2000, Quorum Books: Westport, CT. p. 27-33.

9. Ketels, C.H.M., Michael Porter’s Competitiveness Framework-recent learning and news research priorities. J. Ind Compet Trade, 2006(6): p. 115-136.

10. WEF, The Global Competitiveness Report 2011-2012, K. Schwab, Editor 2011, World Economic Forum -WEF-: Geneva, Switzerland. p. 544.

11. WEF, The Global Competitiveness Report 2008-2009, 2008, World Economic Forum (WEF): Geneva. p. 499.

12. WEF, The Global Competitiveness Report 2009-2010, 2009, World Economic Forum (WEF): Geneva. p. 479.

13. Fagerberg, J. and M. Srholec, National innovation systems, capabilities and economic development, 2007, Centre for Technology, Innovation and Culture. University of Oslo: Oslo, Norway.

14. Casper, S. and F. van Waarden, Introduction: scanning literature on institutions, organizations and innovation, in Innovation and institutions.  A multidisciplinary review of the study of innovation systems, F. van Waarden, Editor 2005, Edward Elgar: Cheltenham, UK. p. 3-18.

15. Metcalfe, J.S., The economic foundations of technology policy: equilibrium and evolutionary perspective, in Handbook of the Economics of Innovation and Technological Change, P. Stoneman, Editor 1995, Blackwell: Oxford, U. K.

16. Shariff, N., Emergence and development of the national innovation systems concept. Research Policy, 2006(35): p. 745-766.

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